Ya antes de la pandemia, las redes sociales empezaron gradualmente, a sustituir nuestras relaciones interpersonales o por lo menos a convertirse en una herramienta para propiciarlas...
La distancia, el tiempo y algunas veces, dificultades o, el coincidir en movilizarnos, las hacia un recurso extra par ver a esas personas con las que era difícil reunirnos.
Llegan los encierros y las prohibiciones, el miedo y las precauciones... y les delegan a estos medios todo lo que queda de los escombros de aquel relacionarnos y compartir que fue abruptamente truncado. Pero ¿podremos llamarles realmente relaciones?
Cuando tenemos una inquietud, información o algo para compartir, puede que tímidamente quisiesemos presentarlo a las personas de más confianza, para que nos dieran su opinión al respecto...
Y es así como nacen las críticas, las quejas, los ataques, nunca falta el autodenominado juez que determina que esos grupos de interacción no tienen como fin tratar esos temas... decidimos ampliar el contexto para compartirlos, ya sin la confianza de un ambiente seguro, pero con la esperanza que no hay alguien a quien le competa apropiárselo, por la diversidad de contactos a los que nos manifestamos... se repiten los jueces que se autodenominan dueños de la verdad y ahora se autoperciben como víctimas de opiniones que no les pertenecen, los ataques no se pueden esperar, llegan de manera automática y muchas veces, hasta creados por AI o bots que tienen preconcebido un fin para responder de la forma en que lo hacen.
Cuando empezamos a encontrarnos que en repetidas ocasiones son los mismos temas los que no se permiten, los que se juzgan o censuran, los que la multitud "cancela" como le llaman hoy en día, al arremeter contra quien opina diferente a la masa... valiéndose de la conducta tan humana del conformismo social, para controlar los contenidos en redes.
La realidad en las redes sociales, se vuelve entonces irreal... No manifiesta lo tangible, lo evidente y comprobable. De allí parte la ciencia que no es ciencia, las leyes que se basan en intereses corporativos, gubernamentales o de grupos de poder, en vez de determinarse por la naturaleza humana, el bien común y la sana convivencia.
¿Qué parte de esta "realidad" ejercemos con nuestros comentarios y acciones? ¿Qué vínculos reforzamos o por el contrario, destruimos? ¿Cuánto maduramos como personas en estas interacciones?
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