martes, 11 de diciembre de 2018

El vivir sin vínculos puede confundirse con depresión
Hoy en día la depresión es una de las enfermedades mentales que van en aumento según los datos de la OMS, hay un 18% mas de casos que en la década anterior, lo cual además de ser alarmante por las consecuencias sociales y personales que significan los síntomas de la depresión para quien la padece.
Al mismo tiempo vemos cada vez mas una cultura que, no solo promueve el individualismo, sino que directa e indirectamente lo convierte en el modo normal de desempeñarse: desde el aislamiento que genera la utópica conexión tecnológica, el que viene como consecuencia de una vida en la que las relaciones interpersonales se sacrifican por lograr una línea premeditada de éxitos, hasta el que deliberadamente se promueve en enfoques de automotivación que dan primacía a la independencia y juzgan la dependencia como lastre personal para alcanzar lo mejor de si...
¿Es realmente este el camino? Los estudios científicos que respaldan la teoría del apego, desde los análisis de John Bowlby, los experimentos de Harry Harlow con monitos separados de su madre, la situación extraña de Mary Ainsworth, corroborados posteriormente por Edward Tronick y profundizados empíricamente en el enfoque terapéutico para parejas EFT de Sue Johnson, nos pueden explicar un poco esta relación...
Cuando un niño es separado de su cuidador primario, el estilo de apego que han desarrollado entre ambos, determina la respuesta del niño ante la separación. Cuando su cuidador regresa El Niño puede buscarle desesperadamente y no alejarse, para asegurarse no volver a perderle. También puede que siga jugando, mostrando una aparente indiferencia o distancia, pues fue tan dura la experiencia de la separación que volver a acercarse implica el riesgo de sufrir de nuevo el dolor de separarse. 
Finalmente cuando el apego es seguro, luego de corroborar la presencia de este, El Niño se siente seguro de reanudar su juego, sabiendo que puede aventurarse a alejarse que podrá contar con su presencia o su pronto retorno.
Analicemos ahora esos casos que muestran aparentes depresiones, en las que la apatía por emprender las actividades que en algún momento eran ilusiones y motivaciones para estas personas ahora se perciben como riesgos difíciles de enfrentar o en el mejor de los casos como sin sentidos que no llevan a ninguna perspectiva mejor. Esa visión negativa del mundo, muchas veces se puede deshilar en experiencias pasadas de ilusiones grandes que en ese afán de no depender emocionalmente de nadie, perdieron la razón y el sentido más profundo. 
Existen también situaciones en las que experiencias de sufrimiento tan grandes, en esas relaciones más cercanas, han llevado a la persona a aislarse con el afán de no sufrir de nuevo el dolor de la ruptura, de la traición o el abandono; pero de la mano de esta forma de protegerse viene una soledad árida que alimenta la visión negativa de los demás y del futuro que caracteriza a la depresión. Sin vínculos, la motivación para nuevos proyectos, empieza a limitarse a si mismo y en esta egocéntrica atmósfera, las cualidades autotrascendentes de ser significativo para otros, ahora o como un futuro legado a la sociedad, empiezan a empañarse en riesgos que parecen innecesarios y carentes de sentido.
La otra posibilidad de ver negativas a las demás personas que forman parte de la vida mas intima de una persona aparentemente deprimida, pueden deberse a esa necesidad de no perderle de vista, de no alejarse, por el temor a estar solo o no poder contar con el otro. La visión de si mismos se ve devastada por esta aparente necesidad del otro, que no es viable a la perfección y poco a poco también desgasta la relación, al carecer de la distancia necesaria para ver al otro, no como una extensión de si mismo, sino como una razón de conectarse y acercarse para donar su amor, se pierde esta posibilidad y se desacredita la relación.
Al construir una relación en la que sea posible vincularse de una manera segura, sabiendo que esa persona puede estar disponible, no solo físicamente, sino el poder contar con la sintonía emocional que permite el construir ese vínculo que acerca al otro. También saber que habrá una respuesta, no solo verbal, sino de involucramiento en el que ambos se abren al otro para donarle su intimidad emocional más profunda, pero al mismo tiempo permiten que en la vulnerabilidad que esto implica, el otro pueda estar presente y tomar parte, comprendiendo las necesidades de apego mas primarias del otro.

Es en este relacionarse que permite la seguridad intrínseca, que se vuelve factible el tomar riesgos, enfrentar miedos y salir al mundo, pues se tiene la certeza de contar con esa persona especial a la que se puede regresar a retomar las energías necesarias, con la que se puede contar al necesitar apoyo, aunque este sea solo emocional... Ese saber que hay alguien allí que sabe lo que me duele, por que es esto tan importante para mi o lo que necesito para retomar las fuerzas, incluso si es solo un abrazo fuerte o un oído atento.
La tristeza sin fin que no tiene consuelo del aparentemente deprimido, hace evidente la pérdida de algo tan valioso como el contar con otro ser humano, que fue haciéndose indispensable en nuestra evolución como seres sociales, al sabernos imposibilitados de sobrevivir solos en aquellos ambientes hostiles primitivos. Hoy en día sigue grabado en nuestra memoria emocional y despierta con toda su fuerza ante la desesperación de saber que no hay nadie en este mundo, también hostil a su manera, para que nos calme y nos consuele, cuando todo parezca perdido.